“Permanezco enmascarado en las palabras”: Daniel Téllez

Guadalupe Gerónimo Salaya

El poeta y ensayista Daniel Téllez —Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino 2001” y Premio “Rey Poeta Netzahualcóyotl 2006” a Creadores con Trayectoria— estuvo recientemente en Cancún para presentar su libro A tiro de piedra (en el Centro Cultural La Pitahaya) e impartir un taller literario a jóvenes poetas. En la siguiente entrevista, Téllez compartió con Tropo algunas claves para descifrar los enigmas de aquel poemario, habló de su “resistencia” desde la poesía y del diálogo de los lectores con su obra.

Se habla a menudo de los temas inagotables de la literatura. El amor y el odio, la vida y la muerte, la resistencia y la derrota son el espejo en el que el poeta se refleja. Daniel Téllez (Ciudad de México, 1972) se mira en ese espejo bajo una máscara, reconoce apenas sus ojos, las palabras lo han enmascarado. Sólo unas décadas atrás portaba un nombre dentro de la lucha libre, todavía vigente, que en una suerte de juramento hipocrático no puede ser revelado. Recuerda con brillantez su formación en el Toreo de Cuatro Caminos y el enlonado de la Pista Arena Revolución, entrañable sitio en el sur de la capital de México. Téllez forma parte de la segunda y última época de oro de la lucha libre mexicana. Y no sólo eso, es afecto a vincular dos universos, el arte pancracio y el arte de la palabra.

—¿Tu manera de estar en el mundo es la poesía?

—Me gusta estar en la poesía porque me permite descifrar una realidad inmediata, que puede ser la mía o la de cualquier otro individuo. Con esto estoy diciendo que alguien puede dialogar más allá de la realidad que lo envuelve. Yo me aíslo desde la escritura y, al mismo tiempo, busco la palabra precisa para dialogar desde la resistencia y la salvedad que ofrece la poesía. La escritura es un acto de redención y resistencia personales. Y resistirse a través del lenguaje poético quiere decir eliminarse del mundo pero ganar la transparencia, es decir, la comprensión pesimista de nuestro entorno, de todos los tópicos por todo ser humano conocidos y vividos. La transparencia del mundo recae en la transparencia de las palabras del poema, incluso en su discurso monotemático, escaso y sin significantes, para muchos. ¿A quién le sirve escribir poesía? ¿A quién le interesa que el poema comunique algo del mundo? A muy pocos. Solo aquellos convencidos que eligen las palabras que contienen el mundo en el poema, son los elegidos.

—¿Qué libros marcaron tu camino hacia el menester de la palabra?

—La poesía como un ejercicio pensado en el deporte, concretamente en el béisbol. El poeta al bate. La conciencia poética dictamina: un hit o un batazo al cuadro. El discurso del poema tejido dentro de su propio escenario y estructura. A ello se suma la experiencia del bateo (las lecturas inmediatas, póstumas y sensuales). Y en todo diálogo me parece que uno asiste sin remedio a bateadores de gran choque de pelota, siguiendo el argot beisbolero; bateadores de home run. Basta con mencionar a Mallarmé, Lezama Lima, César Vallejo, Paz y Gerardo Deniz; recientemente, a Raúl Zurita, Mario Montalbetti, Leónidas Lamborghini, Héctor Viel Temperley, José Kozer, Eduardo Espina o Charles Bernstein, por mencionar algunos.

—Y antes de enmascararte con las palabras usaste máscara en el cuadrilátero. Háblame de tu paso por la lucha libre.

—Permanezco enmascarado en las palabras, como dices. Fueron, durante mi juventud, dos modos de estar en el mundo que forjaron mi carácter y la rudeza necesaria para mirar la vida. Comencé a entrenar lucha libre en uno de los gimnasios de la empresa Lucha Libre Internacional que tenía su sede y ofrecía las mejores carteleras internacionales en el desaparecido Toreo de Cuatro Caminos. Religiosamente los domingos, a las 5 de la tarde, por ahí desfilaban verdaderos trogloditas, iconos de la lucha libre mexicana. Cito unos cuantos: Mil Máscaras, Canek, The Killer, Los Villanos, Enrique Vera, Súper Astro, Ultramán y Solar (que conformaron el célebre trío Los Cadetes del Espacio), El Signo, Black Power, Negro Navarro y Dos Caras, estos dos últimos mis maestros en la lucha olímpica y libre. Imagínate el poder del entrenamiento y la garantía de la formación que me permitieron pisar los escenarios de la empresa que en ese entonces comandaba don Francisco Flores y Carlos Maynez, hombres visionarios porque además trajeron a nuestro país a los más talentosos luchadores que han pisado suelo mexicano. Sin lugar a dudas fue la segunda y última época de oro de la lucha libre mexicana. Logré pisar también el enlonado de la Pista Arena Revolución.

—Ahora háblame de A tiro de piedra. Contiene enigmas, está escrito en un idioma desintegrado, como adviertes al colocar el epígrafe de Rafael Cadenas al inicio del libro: Hálito de fogata en mis narices, mi idioma desintegrado, / la sombra todavía húmeda de un sortilegio. ¿Cuáles son esos enigmas que encontrarán tus lectores?

—Cuando uno lee un libro asiste a una época y dialoga en una temporalidad que no es la propia; por eso la alusión al idioma desintegrado. Debo confesarte que disfruto el juego de la reactivación y del diálogo con un poema que me asombra, con las posibilidades de la experimentación donde el lector está dentro de una tradición y abreva en otra mediante la lectura con la opción de asirse de estas lecturas y de la nostalgia que provoca su lejanía o su enigma. No confío en la escritura complaciente y creo que toda tentativa de escribir poesía es una transgresión en sí misma. El mundo no necesita más poesía y sí un mayor número de lectores. Lectores imposibles diría yo y un modo de estar en esa imposibilidad es el poema y sus enigmas. Pienso que el mayor de todos es el abismo de sentido que se genera entre el lector y el poema y que no está determinado, precisamente, por formas armónicas del decir. Más bien hay dispositivos canónicos que tensan el lenguaje y los significantes antes de concebirse en el lector. Ahora nos hemos dejado de reconocer en el poema y, en un amplio sentido de libertad, el poeta ha hecho del poema un espacio irreconocible, provisional, como las palabras, organismos vivos, de rupturas e irrupciones, con lo aparente que sacude al lector cuando se halla frente a frente con el poema.

ENTREVISTA PUBLICADA EN TROPO 9, NUEVA ÉPOCA, 2015.

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