Vanesa González-Rizzo Krasniansky
La película Gräns, Suecia-Dinamarca, 2018, que en su lengua original podríamos traducir como fronteras, hace un juego magistral de metáforas en relación con los bordes, con eso que nos marca y se mueve. Las fronteras nos indican, por ejemplo, pasar de un sitio a otro. Estar en una línea en la que no se es de allá pero tampoco de acá. Las posibilidades se multiplican en este filme de Ali Abbasi, director iraní nacionalizado danés. En él nos hablará no sólo de la frontera espacial, sino también logrará construir un tempo pendular con los seres, en un ir y venir, en una danza incansable.
Criaturas fronterizas —como le pusieron en castellano— es la película más queer que pude ver en 2019. ¿Por qué? Tiene un juego poético para balancearse, para problematizar la ontología humana, para rememorar y homenajear ideas magníficas como las de Donna Haraway, bióloga, filósofa de la ciencia, feminista y una de las pensadoras más interesantes en la actualidad, que incluso cuestiona sus propios privilegios. En los últimos tiempos, Haraway ha propuesto una revolución en las relaciones de parentesco, en la forma de vincularnos, y plantea generar comunidad con otras especies: su idea de lo tentacular, nos habla de red, de tender puentes, de trazar caminos. En sus textos hay múltiples especies en una cohabitación que quita del centro a los seres humanos. Por ejemplo, cuestiona el nombramiento de una nueva era geológica, tan festejada en los inicios del siglo XXI, Antropoceno, porque pone nuevamente lo humano en el lugar medular. Por el contrario, esta prolífica pensadora propone transformar el término a Capitaloceno, en referencia a las repercusiones del capitalismo sobre nuestras vidas y a cómo este régimen sostiene una manera de estar en el planeta y de relacionarnos. En su última entrega radicaliza aún más la propuesta: lo humano importa cada vez menos, es un sistema simpoiético, una red de tentáculos que se genera con otrxs, que no se logra construir en solitario.
“Nos necesitamos recíprocamente en colaboraciones y combinaciones inesperadas, en pilas de compost caliente. Devenimos-con de manera recíproca o no devenimos en absoluto.” 2
Se preguntarán qué tiene que ver esto con la película. Mucho. Me parece que hay un lazo, hay incluso una esperanza, a pesar de que la trama de la cinta es desgarradora y el final desconcertante (no se preocupen, no les contaré cómo termina). En la posibilidad de reencontrarse en lo monstruoso, en la otredad que habita uno, hay en Criaturas fronterizas un guiño que resulta reconfortante.
El personaje de Tina es muy bello. Desde la primera escena, logramos vivenciar algo extraño, ese algo incluso podríamos calificarlo de raro, con pequeñas acciones que llaman la atención. Nos enteramos desde el comienzo que es una agente aduanal con un talento especial, lejano a lo humano. Olfatea, tiene la posibilidad de oler sentimientos. Cuando las personas pasan por su centro de control, ella logra saber si tienen miedo, culpa, vergüenza y, cual loba, no deja escapar a nadie que transgreda la ley. Se transforma en una agente al servicio de la legalidad y en contra de redes de pornografía infantil (historia policíaca que se cuela en el thriller principal).
Con una cara poco simétrica, un caminar sin gracia, Tina nos genera inicialmente sentimientos peculiares, y, sobre todo, nos da curiosidad. En esa línea fronteriza conocerá a un ser muy parecido a ella; físicamente parecen de la familia. Él cultiva larvas, luego nos enteramos que son para su consumo y también nos enteramos que ninguno tiene el sexo que nosotras 3 como espectadoras les asignamos. Aquí se incorpora una de las metáforas que me resultan más interesantes y que refieren al cuestionamiento de los sexos y los géneros tal como se establece en el régimen político heteronormado.
Al avanzar la película, nos da la impresión de que estos seres del bosque son intersexuales, es decir personas que al nacer no pueden ser definidas con certeza como niñas o niños. La intersexualidad puede darse a nivel genital, hormonal o genético 4 y en nuestro país no sólo hay discriminación y poca comprensión de lo que sucede, sino también una urgencia por encasillar a todo ser humano en el binomio hombre-mujer. Nos resulta muy complicado relacionarnos con personas, constantemente buscamos tener un referente sexual para ponerlo en alguna de las dos casillas que nos enseñaron que existen, y resulta que no hay solo dos sexos, ni solo dos géneros. Y como Criaturas fronterizas me hizo evocar lo queer, citaré a Judith Butler, que en su libro El género en disputa problematiza la noción sexo genérica establecida hasta 1990 por diversas disciplinas y ciencias.
En la película estamos durante mucho tiempo preguntándonos quiénes son esos seres raros, con un olfato extraordinario, que se comunican con los animales del bosque, comen bichos y hacen sonidos que podríamos pensar como suaves alaridos. ¿Qué sexo tienen, en qué compartimento mental los colocamos? Tina también se lo pregunta porque se sabe diferente. El grandulón peludo que lleva larvas al cruzar la línea fronteriza provoca sorpresa y enojo en los compañeros de Tina porque tiene vulva. Un par de espectadores a esa altura de la historia abandonan la sala. Yo insisto, me deleito con la crudeza que nos transmite la fotografía con cuadros cerrados.
Pienso en la extrañeza, en la alteridad incognoscible que subsiste en todas las relaciones entre los seres y cómo nos causa conflicto. La alteridad en nuestro interior es la más compleja de vivir. Hace peligrar nuestra propia imagen. Ya Freud nos decía en Lo ominoso que en esa inquietante extrañeza, lo reprimido que retorna es algo familiar desde siempre, devenido extraño por el proceso de represión.
Este par de seres recuperan los mitos nórdicos y nos recuerdan a trolls, enojados con la humanidad, y repletos de ella. Seres que muestran sus vestigios animales, quedan sus cicatrices de colas pasadas, ladran, se muerden, copulan, intercambian lugares, se saben otros y nosotros.
Son una bellísima muestra de monstruosidad, una que permite la libertad. En su desviación, en su abyección, se abre la posibilidad de algo nuevo, otra cosa que necesariamente pone en un plano importante a la incertidumbre. Tolerarla es un desafío. Saberse monstruosa puede resultar un espacio de creación en medio de la vorágine que pide la no diferenciación. Este mundo que celosamente cuida la uniformidad y la adaptación, este que expulsa lo diverso aunque se mienta argumentando que lo incorpora en su discurso. Nuestro escenario en el que la locura, la monstruosidad, la rareza quedan en los márgenes, es críticamente plasmado en una película como Criaturas fronterizas. Conocer las fisuras, recorrer las grietas sin lugar a dudas puede ser un acto de belleza. La película nos invita a ello. TROPO
1. Quisiera hacer un comentario sobre el título del texto publicado en la edición 22 de nuestra revista. Yo utilizo el neologismo Transpsicoanálisis, retomando las ideas de las compañeras transfeministas y recuperando la crítica que se hace al feminismo hegemónico, occidental, blanco, heteronormado, como una invitación para nosotrxs, psicoanalistas, de repensar la escucha y el lugar desde el que trabajamos. Con grata sorpresa, la Dra. Jessica Beckerman, maestra de 17, Instituto de Estudios Críticos, me comparte (luego de publicado el texto) que ella también ha pensado en el neologismo Transpsicoanálisis y lo ha utilizado para titular uno de sus seminarios. Es así que quiero por esta vía hacer un reconocimiento a mi maestra y festejar las aportaciones que cada una pueda hacer a nuestro trabajo dentro y fuera del consultorio.
2. Haraway, Donna. Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno, ed. Consonni, España 2019.
3. Se habla en femenino porque es el género que denomina a las personas.
4. Eva Alcántara ha realizado investigaciones muy interesantes sobre el tema como su tesis doctoral: Llamado intersexual. Discursos, prácticas y sujetos en México. UAM-X 2012
5. Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, España, Paidós, 2007 [1990]
VANESA GONZÁLEZ-RIZZO KRASNIANSKY. Psicoanalista con experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad La Salle Cancún, y la Universidad Marista de Mérida, entre otras instituciones. vanegori@gmail.com