Jorge Cocom Pech: Escritores mayas y zapotecos salvan la literatura indígena contemporánea

Silvia Cristina Leirana Alcocer

En los últimos años, tanto en México como en América, se ha iniciado un incipiente movimiento literario de origen indígena. Sus protagonistas, hablantes en lenguas vernáculas, son los descendientes de aquellos pueblos que atestiguaron la llegada de los españoles a mediados del siglo XVI. Aunque no se sabe con precisión desde cuándo se inicia este movimiento innovador, hay quienes lo sitúan a mediados de la década de los años sesenta del siglo pasado.

En México, algunos especialistas en el estudio de este tema —entre ellos Miguel León Portilla y Carlos Montemayor, a través de un par de antologías publicadas recientemente— justiprecian los valores y aportes de esta literatura surgida desde de las raíces de voces indígenas. En estas voces nuevas, en el horizonte literario de México, surge reluciente la palabra antigua, entreverada con la conmovedora visión de la bella palabra producida por poetas, narradores, ensayistas y dramaturgos, como una muestra de la resistencia cultural de los pueblos que no están dispuestos a sepultar la heroicidad de sus identidades, en un mundo que intenta borrarlas del mapa identitario y de sus respectivas regiones.

Esta literatura que emerge desde el fondo de los siglos, largamente silenciada por devastadores procesos de aculturación, recoge la invaluable visión utópica de un pasado que devino en un mezcla de valores de la cultura indígena con la occidental, pero que, conservando sus raíces, hoy expresa con vigor y exuberancia inéditos, la fuerza y la belleza de la nueva palabra.

La literatura de procedencia indígena en México hinca sus orígenes en la documentada historia de los pueblos y comunidades que sobrevivieron a las masacres durante la conquista y al oprobioso vasallaje del período colonial; de ahí que sus escritores, hablantes de lenguas nativas, se encuentren, producto de la altísima migración, los menos en el campo y, los más, en los centros urbanos del país. Sin embargo, independientemente de su localización, la poesía, la narrativa, el ensayo y las obras de teatro no han cesado de escribirse y publicarse. Uno de los protagonistas de la literatura en esta lengua es sin duda el poeta y narrador maya Jorge Miguel Cocom Pech.

Originario de Calkiní, Campeche, autor de Muk’lt’an in Nool, Secretos del abuelo, obra bilingüe publicada por el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y por el Tribunal Superior de Justicia del estado de Quintana Roo en 2001, Jorge Miguel Cocom Pech tiene en su haber los reconocimientos siguientes: Premio Estatal de Periodismo, “Audomaro Castillo Herrera: Publicaciones y Programas de Divulgación Cultural, otorgado por el gobierno del Estado de Quintana Roo en 1994; Distinguido Hijo de Calkiní, otorgado por el H. Ayuntamiento de su pueblo natal en 1999; y el Gran Premio Internacional de Poesía 2005, otorgado por la Academia Internacional Oriente-Occidente de Rumania; además, fragmentos de su obra narrativa y poética han sido traducidos al inglés, francés, ruso, serbio, rumano, catalán y, en fechas próximas, se prepara una traducción a la lengua portuguesa.

En nuestro país, y en la región peninsular, la obra de este escritor maya ha recibido la valoración y la crítica de distinguidos especialistas en lenguas indígenas. El doctor René Acuña, lingüista y filólogo del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, al referirse con brevedad al lenguaje que Cocom Pech emplea en la obra ya referida, señala que (…) “Su prosa, limpia y misteriosa a la vez, me recordó las aguas lustrales de un río que otrora cruzó las tierras perdidas de mi niñez… Que esos cantos de trece colores jamás se extingan en la garganta de los pájaros del Mayab”; Agustín Labrada, por su parte, destaca que con Secretos del abuelo, Cocom Pech “entra al reino del testimonio, pero no desde la perspectiva periodística, sino desde el recuerdo, y en esa recreación de su infancia —en contacto con un abuelo que sueña y reflexiona, e inicia a su nieto en la sabiduría ancestral maya—, hay rasgos didácticos, poéticos y narrativos; además, relata en su libro segmentos de su niñez, en un pueblo pequeño de la península yucateca, donde es vital la cultura indígena y su cosmovisión ligada a la naturaleza y los dones del monte”; Alejandra Flores, al comentar la obra referida, expresa que “Pocos libros logran desde sus primeras páginas hacer poesía, pocos son los que llevan de la mano por caminos de misterio y te regalan a cada paso una metáfora aleccionadora, revelaciones que aparecen con naturalidad, y, sin embargo, son producto de una profunda sabiduría de la vida. Leer Secretos del abuelo, coinciden quienes lo han hecho más de una vez, es como caminar descalzo antes de que amanezca, en el momento en que los sentidos están tan alertas que la piel se eriza al más mínimo estímulo del viento”, finaliza la comentarista.

Secretos del abuelo, obra bilingüe, escrita en el género de la narrativa, es una compilación de relatos testimoniales que Jorge Miguel Cocom Pech recoge de la convivencia con su abuelo Gregorio Pech, padre de su madre. Herencia de la exquisita palabra proveniente de la tradición oral de los mayas, está embellecida con un aliento poético que tiene similitud con pasajes del Chilam Balam de Chumayel; sobre todo, en el pasaje relativo al k’a’at na’at, preguntador, una ceremonia que consiste en formular interrogantes a quienes se preparaban para la encomienda de hacerse del gobierno de los pueblos mayas en la época prehispánica.

Jorge Miguel Cocom Pech —junto a la novel pléyade de escritores mayas peninsulares, Miguel May May, María Luisa Góngora Pacheco, Briceida Cuevas Cob, Feliciano Sánchez Chan, Margarita Ku Xool, Waldemar Noh Tzec, Javier Gómez Navarrete, Martiniano Pérez Angulo y Juan Salazar, hablantes y escritores de su lengua materna— es un escritor con el pleno dominio del potencial de los giros idiomáticos de la riqueza léxica de su lengua originaria. El mérito suyo estriba en la capacidad y destreza de combinar los tropos de la literatura occidental con el empleo y entreveramiento de los recursos estilísticos de la lengua maya. De ahí que las versiones, tanto de la lengua original y su traducción a la lengua española, contengan belleza poética, fuerza expresiva y hondura filosófica en los pasajes de sus relatos. A ese respecto, en un fragmento del relato El secreto de los pájaros, Cocom Pech, en la compañía del abuelo que dialoga y reflexiona, recuerda:

“—Abuelo, ¿que son los pájaros?

—Te lo voy a decir, pero no te distraigas, porque entonces te vas a quedar atrás de mí, y pueda que yo termine hablando a solas.

—Te prometo que no lo haré.

Entonces él, satisfecho, me respondió:

—Los pájaros son libres cometas ambulantes que, al posarse en el ramaje de los árboles, nos regalan cantos y plegarias: la voz primera de la creación.

—¿Solo eso, abuelo?

—No. En cada trino y en cada color de su plumaje está escrito el oculto nombre del creador del universo. De ahora en adelante sabrás que el nombre del creador está en el dulce trino de veinte pájaros y en trece colores de su plumaje. Con esos rastros podrás conocer la revelación del nombre que buscas.

—Entonces, ¿cómo podré pedirle a los pájaros me revelen el oculto nombre del creador?

—Para ello, para que los pájaros te revelen el nombre del creador, necesitas despertar… Despertar por las madrugadas, y oír la dulce y suave armonía de las palabras de un pájaro que habita dentro de tu corazón. Si le prestas atención, oirás las palabras suplicantes de un ave presa que añora libertad.

—Abuelo, ¿podré algún día contemplar a ese pájaro que late y vive dentro de mí?

—No. Porque adentro de ti existe un pájaro rojo que al cantar te prolonga la vida, y fuera de ti será un pájaro blanco que te llevará al regazo del creador cuando llegue el día en que tu cuerpecito abandone la tierra.

—Abuelo, yo quiero ser ese libre pájaro rojo que aprenda el nombre oculto del creador del universo para decírtelo a ti, a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y a todos los habitantes de la tierra. O, ¿es que los hombres prefieren vivir ignorando el sagrado nombre de quien han recibido la vida?

En 1987, conocí a Jorge Miguel Cocom Pech en una reunión de escritores en lenguas mayas, celebrada en la ciudad de Bacalar, Quintana Roo. En ese año me habló de que estaba escribiendo un libro de relatos; después de ese encuentro, me lo envió solicitándome comentarios de la obra en ciernes. Una vez que leí el texto, quedé asombrada de su contenido, pues un fragmento relacionado con los pájaros presos había dejado en mí una huella imborrable. El párrafo aleccionador dice:

“—El que quiera disfrutar del canto de los pájaros no necesita jaulas, sino sembrar árboles. El canto de los pájaros pertenece a todos, nadie es su propietario. El canto de los pájaros en libertad es la palabra del creador del universo; este canto, al igual que la libertad del hombre, no se vende. No es una mercancía… ¿De qué sirve escuchar el canto de los pájaros en las jaulas si en prisión no se expresa la alegría de vivir?… No olvides que quien le pone rejas a la libertad le pone candados a su conciencia, silencia su palabras y condena para siempre su dignidad”.

A través de ese pasaje se percibe un profundo respeto a la naturaleza, una crítica a los sistemas mercantiles que todo devalúan o vuelven cuantificable poniéndole precio, y que, a mediano plazo, acaban destruyendo aquello que vendieron. Está presente también el enfrentamiento del hombre consigo mismo. De ahí la importancia de recordar los sueños, otra vertiente que trata el libro. Lo más valioso que nos lega don Gregorio Pech es la habilidad para escuchar. Atendiendo a la naturaleza y a otros seres humanos, nos enseña a aprender, para luego explorar nuestro interior.

En otro hermoso pasaje de Secretos del abuelo, el nieto preocupado porque no puede recordar las imágenes de su sueño, pregunta al abuelo:

“—Abuelo, ¿por qué yo no recuerdo mis sueños?

El abuelo, sin pensarlo, responde al niño.

—El hombre cuando nace a la vida terrenal ingresa a la geografía de los seres durmientes. Si no trabaja con el poder de su espíritu, si no trabaja con el poder de sus sueños, es un hombre que vive dormido… Los sueños no se extinguen igual que los hombres. En ocasiones se declaran muertos sueños que viven. Mas los sueños son casi perennes: se resisten a ser enterrados o realizan el prodigio de volver, de resucitar… No olvides que los sueños no son para acumular saber, ni para entregarse a las fantasías. Los sueños son una rendija de luz para el ejercicio del poder del espíritu. Los sueños son revelación para la rebelión. El hombre que vive y no sueña es un hombre muerto en vida. Mas, ¡ay de aquel que sueña y no realiza sus sueños! Acosado por las pesadillas, acaba por sucumbir al insomnio de una realidad que no es suya. Soñar es un ejercicio del espíritu que trata de escapar de la prisión de la carne. Sé un guerrero incansable con tus sueños y busca dentro de ti el objeto de tus conquistas… ¡Vive!, ¡realiza tus sueños!, ¡accede a su luz!, ¡que tu vida, sueño que otros soñaron, será inmortal!”

Evidentemente, este texto me sobrecoge. Y me queda claro que Secretos del abuelo reúne vivencias sobre rituales mayas para iniciados. No son ritos de la religión del pueblo, sino están ligados a la tradición elitista de los sacerdotes sabios.

La cultura maya es patrimonio de la humanidad y su filosofía puede ser un camino para muchas personas que necesitan encontrar la verdadera dimensión del hombre en relación con los otros seres. Este libro, con otras situaciones y distintos giros de la expresión poética, recrea la misma sensación que el Popol Vuh: nos apropiamos de lo narrado, como si fuera nuestro sueño, a la vez que nos permite identificarnos como colectividad; a través de estos relatos recuperamos el sentido maravilloso de la realidad; el deseo de romper para siempre los esquemas del racionalismo, que han querido impedir que las otras formas de conocimiento continúen pese a que éstas satisfacen al hombre en su integridad, tanto en el nivel afectivo como en el intelectual.

En Secretos del abuelo, la tradición permanece como todo su poder de marco integrador de una cosmovisión. No se trata de una reliquia, sino de una fe viva, de una ética del bien. Los rituales vividos por Jorge Miguel Cocom Pech y don Gregorio Pech, su abuelo, son la alta expresión de una filosofía que promueve la comunión entre todos los seres de la naturaleza. El hombre no es el centro de la creación, por ello el verdadero nombre del creador del universo está en el dulce trino de veinte pájaros y en los trece colores de su plumaje. El hombre es el único ser capaz de convertir en mercancía las expresiones de libertad de los otros seres y de los propios humanos, pero está condenado a la iniquidad para siempre; puede, explorando sus sueños, conquistar la verdadera independencia: “busca dentro de ti el objeto de tus conquistas”, ha dicho el abuelo a Jorge.

Muk’ult’an in nool, Secretos del abuelo, a cinco años de su primera edición, hoy es un libro agotado. De ahí que preguntemos a Jorge Miguel Cocom Pech qué piensa de su libro que está próximo a reimprimirse, auspiciado por la Universidad Autónoma Chapingo, el H. Ayuntamiento de Calkiní, su pueblo en donde no se ha presentado, y por la Universidad Nacional Autónoma de México.

—El libro lo empecé a escribir al cumplir los cuarenta años. Mi abuelo Gregorio Pech me había dicho que hasta esa edad podía escribirlo. Si lo escribes antes de esa edad no te comprenderían. Hasta te pudieran acusar de “brujo”. Y me insistió: “Escribirlo antes, no”. Bueno, una vez transcurrido ese tiempo y de que había aprendido a escribir en mi lengua materna, y luego en español, me di a la tarea de organizar lo que había escrito en los años cuando el padre de mi madre me estaba transmitiendo sus enseñanzas. Pero, angustiado de cómo empezar a decir y escribir lo recibido de mi abuelo Gregorio, un día visité a don Juan de la Cabada, le manifesté mis preocupaciones y le conté algunos relatos y ceremonias; él me dijo que lo escribiera como lo había vivido; además, me recordó que era importante que no olvidara describir el ambiente en el que recibí las enseñanzas del abuelo Gregorio; pero, también, tuve que tener en cuenta las advertencias del padre de mi madre que me dijo: “Hay ceremonias que no se escriben. Son de uno”, solía recordarme al concluir cada ritual. En esas interminables pláticas con Juan de la Cabada, éste me confirmó que ciertamente hay conjuros y ceremonias que no se escriben, porque él había viajado y participado en ellas, invitado por j-meneo’ob, curanderos, quienes lo hicieron partícipe de algunos rituales.

—¿Desde cuándo escribes en maya y qué te dio por escribir y traducir esos textos al español?

—Tendría quince años cuando participé en la Brigada Cultural Calkiniense. Era una asociación local de amigos que auspiciaba el fomento a la cultura. El profesor Rafael Padilla Briceño, que había estudiado la especialidad de literatura, dirigía esa agrupación cuyos miembros, aparte de ser maestros, se dedicaban a la escritura y a las artes plásticas; entre ellos, Ramón Iván Suárez Caamal, en ese entonces, estudiante de la Normal Rural de Hecelchakán. Trabajando con ese grupo de amigos de la cultura, sus directivos me ocupaban en repartir invitaciones, entregar recados, distribuir volantes y otras actividades relacionadas con la diligenciaría; sin embargo, un día me propusieron que escribiera un artículo que habría de publicarse en la revista La Gaceta, órgano de difusión del pensamiento y de las actividades de grupo. Ese reto de organizar mis ideas y trasponerlas en un texto me ayudó a seguir escribiendo, pero pasó mucho tiempo para que volviera a publicar. Formalmente, estando en el Distrito Federal, y sintiéndome alejado de mis padres y de mi cultura nativa, comencé a escribir en maya. Mis escritos de esos años de estar viviendo solo en una gran ciudad, eran textos cargados de añoranza por la lejanía de mi tierra y su cultura. Allí, conocí a distintas personas que me animaron a estudiar la escritura de lengua maya; porque, lo que ahora traduzco al español, y tiene que ver con lo que enseñó mi abuelo Gregorio, lo escribía en maya, pero desconociendo las normas gramaticales que en 1984 se reglamentaron para la escritura.

Estando en el Distrito Federal y angustiado por escribir, recibí el aliento para hacerlo de parte de unos amigos, entre ellos, don Domingo Martínez Paredes y Ana Luisa Izquierdo de la Cueva, actual Coordinadora del Posgrado en Estudios Mesoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

—¿Cuál ha sido tu experiencia al relacionarte con escritores en lenguas indígenas?

—Ha sido enriquecedora. Natalio Hernández, Gabriel Pacheco, Irma Pineda, Javier Gómez Navarrete, Mario Molina y otros hablantes en lenguas indígenas de México, fundadores de la asociación nacional de Escritores en Lenguas Indígenas, que escriben en sus respectivas lenguas, me han servido de apoyo y aliento, pues a través de los cursos y talleres que se han organizado y a los que asistimos con regularidad, hemos podido intercambiar experiencias en la escritura en nuestras lenguas. Por otro lado, cuando asistimos a Encuentros de Escritores en Lenguas Indígenas, en otros países, ha sido importante el que nos demos cuenta de que tenemos los mismos problemas que ellos. Por ejemplo, Humberto Ak’abal, poeta kiché de Momostenango Guatemala y el poeta mapuche Elicura Chihuailaf de Temuco, Chile, en un ambiente de cordialidad, comentan nuestros textos y nos sugieren adiciones o supresiones a los mismos. Tanto con los escritores de México, como los de fuera, discutimos la problemática de la traducción de los textos de la lengua originaria a la lengua española.

“Así, en estas reuniones de intercambio y trabajo por mejorar los textos en las dos lenguas, nos hemos percatado de que la traducción literaria es una responsabilidad que requiere de mucho rigor y conocimiento pleno de la singular cosmovisión de cada lengua, de sus características morfosintácticas y semánticas, de su particulares estructuras léxicas, de sus giros idiomáticos y de sus tonalidades y ritmos, propios de la prosodia de la lengua.

“La interacción con otros escritores que están reflexionando la traducción y la escritura de su lengua materna, nos ha dejado claro que la traducción no es simplemente pasar las ideas principales de un texto a otro, descuidando el sentido, la emoción, las imágenes y la intencionalidad que deviene del texto en su primera lengua. Si un escritor en lengua indígena carece de esa información básica, indispensable en la escritura literaria, así como de la disciplina y la dedicación requeridas en el ejercicio y en la  práctica de la traducción de sus textos, de la lengua originaria al español, es probable que escriba, pero sus textos no pasarán de ser una traducción empírica y literal, y si no lee análisis y comentarios de textos literarios, peor aún; asimismo, es importante advertir que la escritura literaria en lenguas indígenas y su respectiva traducción a otras lenguas, requieren de un riguroso conocimiento de los métodos de traducción, de la teoría literaria occidental y de los elementos básicos de la lingüística. Sólo de esa manera nos hemos dado cuenta algunos poetas y narradores que, en cada lengua, si profesionalizamos su escritura, estaremos sentando las bases para la formulación de su propio corpus literario. Hoy día, la suerte de la permanencia, el desarrollo y la profesionalización de la literatura de origen indígena en México, como en cualquier parte del mundo, pasa necesariamente de su traducción literal a la literaria y de su escritura que contenga, cuando menos, el empleo de algunos tropos, mismos que propicien el goce de su lectura en las dos lenguas”.

Finalmente, Jorge Miguel Cocom Pech cita unos comentarios que Librado Silva Galeana, experimentado traductor en lengua náhuatl y coautor del libro “Huehuehtlahtolli”, hiciera respecto a qué destino le depara a las letras indígenas de nuestro tiempo: “La literatura indígena contemporánea en México, la que se ha escrito en los últimos años, la salvan los escritores mayas y los zapotecos. Nos falta mucho por aprender. Esperemos que en las nuevas universidades interculturales, recientemente abiertas, y en las que en alguna existe la especialidad relacionada con literatura, surjan escritores de origen indígena que superen a los que iniciamos este movimiento literario”.

1 Entrevista publicada en TROPO 37, Primera Época, 2006.

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